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…...............NAVIDAD.............

A 35 grados, me cuesta recordar que es Navidad. Y eso que ayer en la cena hubo decoración, villancicos y hasta un pavo asado. Sin embargo, en camiseta y bermudas y acabando la velada con todos los comensales en la piscina, la Nochebuena no es lo mismo.

Pese a ello, ayer llegó hasta aquí el Olentzero, supongo que camuflado con el carbón que reparte, para traerme una camisa tribal y un libro. Supongo que, visto su atuendo y sobrepeso, habría sudado como un cerdico para llegar aquí.

Los habitantes de Abiyán celebraron ayer la Navidad hasta altas horas, aunque hoy en la calle todo el mundo atendía a sus quehaceres. En el "maquis" de ayer, la gente pedía mandioca mientras una mujer la molía en un almirez de madera y una chica en cuclillas fregaba los platos en unos baldes.

Las mujeres de esta ciudad son muy coquetas y dan una importancia tremenda a la apariencia. Por ello no es extraño que muchas se gasten un dineral en pelucas muy elaboradas que ciñen a sus cabellos. Precisamente por la importancia del aspecto físico, no hemos podido evitar estremecernos al cruzarnos con una joven albina.

Su piel era de un blanco nuclear y sus cabellos rojos como el fuego. Más allá de una simple diferencia en el color de la piel, se oculta una de las mayores tropelías de este continente. Los negros albinos deben añadir a los problemas de salud derivados de la radiación del sol, injusticias y abusos. Son considerados unos parias, malditos y repudiados por sus vecinos o -lo que es peor- víctimas de un espeluznante mercado negro que vende sus manos como amuletos u objetos mágicos a gente sin escrúpulos.

Digerida la explicación de Anne Laure, nos hemos trasladado al barrio de las embajadas. Nuestra comida de Navidad se ha celebrado en una enorme mansión situada junto a la también enorme embajada italiana. La comunidad de expatriados no es demasiado numerosa, así que personal diplomático, de la ONU, o de organizaciones no gubernamentales suele coincidir en este tipo de saraos.

El ágape en sí, organizado por una trabajadora de la Embajada Americana, destilaba una atmósfera un poco estirada, en la que ni Anne, ni su compañera de piso Lizie, ni servidor, encajábamos mucho.

Mucho "pleased to meet you", mucha conversación elevada y mucho postureo, acompañados de cava y canapés de salmón. Me recordaba a esa fiesta en el consulado inglés a la que acude Ace Ventura en "Operación África" y en la que el detective acaba despachando de un puñetazo a un tipejillo parecido al del Monopoly (con el que, por cierto, luego desfila colgándoselo del cuello). Creo que imaginando esa escena se me ha escapado una risa en alto.

Ha habido incluso un concierto navideño de clarinete. Mu bonico todo. Poco a poco, se ha ido marchando el personal de las embajadas y el ambiente se ha relajado más, pero no nos hemos quedado mucho rato de sobremesa. Había que planear el viaje.

A partir de mañana, pasadas las fiestas de guardar, viviremos más a fondo la calle marfileña y nos adentraremos en la campiña para descubrir aldeas, gentes, playas, selvas y -ojalá- hipopótamos y chimpancés. Las restricciones siguen, el Este nos está vedado y, no aconsejan a expatriados viajar en transporte público.

Así pues, viajaremos al Oeste, sin más guía que algunas recomendaciones y con el afán de explorar el África auténtica, lejos ya de los hombrecillos del Monopoly.







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