Con la tecnología de Blogger.
RSS

Pages

.…................EL VIAJE DE LAS DOS CARAS (I)

EL ÚLTIMO PRIMO

Lamento el silencio blogueril de los últimos días, pero hemos estado viajando por el Oeste y esto es África. Esta mañana, cuando iniciábamos el camino de regreso a Abiyán, con las pilas cargadas y la mar de contentos, nos hemos topado con que ayer hubo sesenta muertos en una avalancha.

Esta experiencia me da alegrías y sopapos a cada momento. De ahí el título del capítulo. Es como la vida misma, pero condensada. Mi amigo Jon me comentaba que mi escritura es en este viaje más áspera que en otras ocasiones. Si soy sincero, hasta ahora no acababa de encontrar mi sitio aquí. He pululado por lugares pintorescos y poco desarrollados, pero esto es otro rollo. A la miseria y desestructura reinante, se une una sensación de inseguridad que como visitante no había logrado sacudir del cuerpo hasta ahora. Demasiadas restricciones, demasiadas recomendaciones, demasiadas zonas y horarios vetados... Y alguna mala experiencia.

Pero salir de Abiyán me ha recordado porqué estoy aquí: para conocer y disfrutar de una parte de un continente especial. Quizás el más especial de todos.

Salimos de la ciudad hace cinco días muy temprano, en un todoterreno de la ONG pilotado por Madí, gran chófer y amigo. La matrícula diplomática de nada sirvió cuando, al acercarnos a un control, un soldado con pinta de guerrillero nos dio el alto.

Es verdaderamente extraño que los militares detengan coches de la ONG, así que, mientras el oficial se cuadraba junto a la ventanilla del coche, dentro podía palparse la tensión. Tenía los ojos oxidados y la mirada perdida, como de yonki. El sudor afilaba aún más sus rasgos ya de por sí enjutos, estaba mal afeitado y su uniforme, boina y cartucheras estaban llenas de rotos y descosidos.

Durante un buen rato nos trató de convencer de que le diésemos dinero, diciendo que el gobierno no les paga y que en esas condiciones poco pueden defender al pueblo. Los secuaces que lo flanqueaban portaban kalashnikovs y caras de inquina similares a las de su jefe.

Al final, le convencimos de que las directrices explícitas de "Save the Children" son de no dar dinero a nadie y, aunque de mal grado, nos dejó continuar. Es frecuente que los finales en situaciones similares sean bien distintos, especialmente si se viaja en vehículo privado. Existen múltiples elementos incontrolados en un ejército que fue el foco de oposición más importante al actual presidente durante la guerra de hace dos años. Es por ello que, si hubiera "insistido" un poco más le habríamos dado lo que pedía para evitar riesgos.

Digerido el trago, nos adentramos en el campo marfileño, atravesando selva y enormes plantaciones de palma, cacao y caucho. Nuestro destino: Grand Lahou, un área de tierra atravesada por canales, ríos y lagunas. El verde contrasta allí con el rojo de los caminos, y los campesinos se parten el espinazo -literalmente- a machetazos, a falta de maquinaria.

A medio camino paramos en Dabou, un pueblo bullicioso de chabolas y calles sin asfaltar donde vive el sobrino de Madie. Nos mostró su casa, su mujer, sus hijos, primos, tías y abuela. La familia al completo destripaba pescado a la sombra de un árbol, para asarlos luego y venderlos en el mercado.

La amabilidad de las personas, su sonrisa permanente y sus saludos efusivos, iban disipando de mi cabeza las barriadas de Abiyán, las restricciones y el soldado de mirada oxidada. Pero no el ambiente de posguerra.

La zona que transitábamos fue una de las que sufrió el enfrentamiento civil de hace dos años con mayor virulencia. También Abiyán. Madí nos contó su experiencia y la de su familia. Todos salieron bien parados de aquella locura colectiva. No está mal en un país que dejó 3.000 muertos en el camino, pero ante sus ojos desfilaron horrores que no merecen ser descritos en esta bitácora.

Grand Lahou. Sin los estragos de la guerra seria el paraíso. Casi todas las infraestructuras están en un estado pésimo. Fue un destino turístico boyante en el pasado, como boyante era el país entero, pero de ello no queda ni un vestigio. Es por ello que el viaje por la zona fue una auténtica exploración.

Después de encontrar una fonda con mucho encanto pero ninguna promoción, nos dirigimos a un enclave llamado "La isla de los chimpancés". Es en efecto una isla en medio de un gran río, donde antaño hubo una colonia de chimpancés salvajes. De hecho, Costa de Marfil era una de las mayores reservas naturales de nuestros primos, pero la violencia entre humanos también afectó a estos animales -víctimas del furtivismo salvaje-. En una década se han reducido en un 90%.

El caso es que hasta hace unos meses quedaban cuatro chimpancés salvajes en la isla, pero se han muerto tres. Así pues solo mora en ella un viejo simio oscuro y canoso, con sus capacidades mermadas y al que la cercanía del hombre ha desprovisto de todo salvajismo. Cuando nuestra canoa llegó a la playa, en seguida se acercó curioso a sisarnos comida y mimos, a cambio de un puñado de monerías.

No se separó de nosotros, como un ancianito de asilo que se emociona cuando recibe visitas. La verdad es que fue impresionante sentir sus manos y mirar a los ojos a un ser tan fascinante y cercano.

Por desgracia, el viejo mono pronto morirá, y con él la especie que da nombre a su isla. Y todo porque sus parientes, entretenidos en exterminarse, no supieron ni quisieron protegerle.



  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

0 comentarios:

Publicar un comentario